El arte nace para inquietar, advertía George Braque. Ese es, precisamente, el propósito del arte de Osvaldo Salerno: inquietar. La obra de Salerno es una de las más significativas y comprometidas del arte contemporáneo paraguayo. Su trabajo destaca tanto por su carga conceptual como por su aguda crítica social y política. Salerno ha desarrollado una línea artística ligada a la memoria histórica, en especial con la dictadura de Alfredo Stroessner y las heridas del pasado reciente en Paraguay. Su estilo es marcadamente conceptual, en la línea del arte contemporáneo latinoamericano que dialoga ininterrumpidamente con el contexto político y social. Así, utiliza objetos cotidianos, tejidos, símbolos, documentos, sellos, libros o calcos para resignificarlos críticamente con enorme sensibilidad. La fuerza de su obra no está en el exceso visual, sino en el uso sobrio y preciso del lenguaje artístico. Los recursos que emplea tienen una enorme fuerza simbólica que interpela abiertamente al espectador.
La Colección Mendonca cuenta en su acervo con más de cuarenta obras icónicas de Salerno cuidadosamente seleccionadas durante décadas. Desde luego, ellas ocupan un lugar muy destacado en la colección, que está pensada como una suerte de relato visual de la historia política, social y cultural de nuestro país, a partir de obras de arte contemporáneo. Con ese propósito declarado, la obra de Salerno es crucial en la colección. En esta ocasión, se exhiben al público en Fábrica/Galería de arte, un espacio de referencia en el circuito del arte paraguayo, las obras de Salerno que integran la Colección Mendonca, como una suerte de testimonio retrospectivo de la fecunda relación entre un coleccionista y un artista-galerista. En mi opinión, Osvaldo Salerno es, sin lugar a dudas, un artista insustituible, pero es también un magnífico compañero de aventuras en la búsqueda del buen arte. Para comprobar ambas cosas, basta con volver la mirada.